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El Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC) descubre los interiores ‘vangoghianos’ del desconocido artista Pere Torné Esquius, de quien muestra una selección de 85 pinturas y dibujos en la exposición “Torné Esquius. Poética cotidiana”, que estará abierta al público hasta el 9 de julio.
Nacido en 1879 y formado en el modernismo, Torné Esquius se movió en unas coordenadas similares a muchos artistas de su tiempo: se formó en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, donde tuvo como compañero a Picasso, y perteneció al Círculo Artístico de Sant Lluc, ha explicado hoy el comisario, Eduard Vallès.
Al margen de varias colaboraciones en prensa, el artista hizo su primera gran exposición individual en la Sala Parés en 1903, donde presentó una treintena de obras, en las que dominaban temáticas galantes de cariz modernista con influencias francesas. En 1905, cambió Barcelona por París, aunque antes presentó la exposición “Flores del camino”, donde el dibujo de cariz costumbrista tenía un papel predominante.
Al contrario del paisaje barcelonés, inédito en su obra, el paisaje parisino se convirtió en tema habitual de sus óleos, y se prolongó durante buena parte de su carrera. A pesar de estar en París, volvía regularmente a Barcelona para exponer y mantuvo siempre el contacto con su ciudad natal, y gracias a las buenas críticas que recibía su nombre fue muy conocido dentro del mundo del arte catalán, si bien “tras su muerte su obra caería en el olvido”, ha remarcado la también comisaria Elena Llorens.
El Director del museo, Pepe Serra, ha señalado que “esta exposición es una de las funciones del MNAC, dar a conocer a artistas hoy olvidados por el canon, y en este caso es el producto de dos años de investigación, que han permitido localizar trescientas obras, cuando el punto de partida eran las cuatro obras que tenía el MNAC”.
Si en la primera sala una obra como “Galanteo” (1903), en la que los dos ocupantes de un coche descapotable de la época llaman la atención de dos mujeres, que bien podría haber firmado Ramon Casas, a continuación se han dispuesto cerca de una veintena de sus interiores.
En esos interiores, subraya Vallès, aparecen comedores, salas de estar o jardines, en los que curiosamente no hay figuras humanas, de manera que “el protagonismo recae sobre elementos inanimados que pueden llegar a producir en el espectador un efecto inquietante, perturbador”.
En estos cuadros, que pueden remitir a algunas obras de Van Gogh, como “El dormitorio en Arlès” -no debe ser casual que también pinte un patio con girasoles-, Torné Esquius “prescinde de la técnica y se centra más en la evocación de momentos suspendidos en el tiempo. No hay presencia humana, pero se deduce que ha habido vida un poco antes”, comenta el comisario.
Estos cuadros son obras frontales, sin perspectiva, toscas, con una pincelada gruesa que también recuerda la de Van Gogh. Sin embargo, aseguran los comisarios, “en la mayoría de sus pinturas, la sensación de quietud e intimidad esconde una historia que contradice la primera lectura de la imagen”. En uno de esas obras, “Interior con el retrato de la abuela” (1914), aparece una sala de estar presidida por un cuadro que recuerda por la forma y los colores a “La Celestina” (1903-1904) de Picasso.
Elena Llorens ha dicho que la investigación para la exposición ha permitido sacar a la luz un conjunto de quince dibujos de tinta, hasta ahora perdidos correspondiente a parte de las ilustraciones que hizo para el libro “Els dolços indrets de Catalunya” (1910), prologado por el poeta Joan Maragall.
“Este hallazgo nos permite reescribir un capítulo canónico de la historia del arte catalán novecentista: se trata de un inventario del patrimonio paisajístico y arquitectónico catalán de aquel momento, en el que están representadas iglesias, casas de campo, calles y plazas de pueblo, santuarios y cruces de término”.
Una carta encontrada en un archivo de Girona, en la que Torné Esquius dice a Carles Rahola que antes de irse a París en 1905 ya tenía hechos estos dibujos, confirmaría, según Llorens, que “los hizo en pleno modernismo y antes de que Eugeni d’Ors acuñara el término novecentismo.
La exposición ha tenido un coste de 95.000 euros
La investigación de los comisarios ha permitido localizar 15 de los originales de “Els dolços indrets” en manos de los descendientes del poeta Francesc Sitjà, gran amigo y protector de Torné Esquius, a quien el artista se los dejó en custodia antes de viajar a París. La exposición, que ha tenido un coste de 95.000 euros, se completa con otros temas cultivados por el artista como el erotismo, el mundo del circo, las escenas costumbristas y el mundo infantil, uno de sus preferidos, que aborda en la ilustración.
Para los comisarios, el artista barcelonés “no es un moderno, tampoco antimoderno, pero tiene unas propuestas que van a contrapelo de las vanguardias, si bien fue capaz de crear un lenguaje muy peculiar”.
Fuente: La Vanguardia