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En manos de Xavier Albertí, el director del Teatre Nacional de Catalunya, un Shakespeare como Ricard III es literalmente una fiesta de la teatralidad. O si se quiere, un psicoanálisis colectivo. El psicoanálisis que el público está invitado a realizar contagiado de las heridas que han hecho mella en la personalidad maligna y perversa del protagonista. ¿Nació así Ricardo III o se hizo así a resultas del rechazo con que fue recibido al nacer, cual aborto viviente? La nueva cita teatral con el TNC –de mañana al 11 de junio– apuesta por la segunda opción.
Hay que decir que este Ricard III es una de esas ocasiones en las que la profesión catalana tiene ocasión de medirse... La materia prima está ahí: una traducción de la obra en verso a cargo de Joan Sallent, que el propio director califica de extraordinaria; una escenografía de Lluc Castells y José Novoa que aporta una contemporaneidad a base de simples columnas que combinan acero inoxidable y metacrilato, dando juego a interiores y exteriores de Palacio; una videocreación de Franc Aleu, que en palabras de Albertí, logra “explicar aspectos psicológicos del protagonista que difícilmente podríamos expresar de otro modo”; una adaptación de Lluïsa Cunillé que prescinde del final en que Shakespeare celebraba la subida al trono de los Tudor –“aquí es Ricard III el que pone fin a la pieza con su monólogo, su despertar de las pesadillas en las que se le aparecen todos los seres que ha asesinado”–; una banda sonora en directo que viaja de la clásica a AC/DC acentuando las cualidades rítmicas de la pieza, y finalmente, un elenco encabezado nada menos que por un Lluís Homar con quien Albertí forma una pareja teatral de hecho.
Homar confiesa que ha visto todos los Ricardo III... desde la película con Laurence Olivier de 1957 hasta la reciente versión en teatro con Kevin Spacey, pasando por el montaje de Ostermaier o el trabajo de Al Pacino.
“¿Es el mal que nace con el ser humano o es un ser humano que nace y de repente sus circunstancias le llevan a desarrollar esta personalidad maligna?”, se pregunta Homar. “Este es el primer dilema que se te plantea al enfrentarte al personaje, porque en la obra no es muy explícito, y confieso que es algo que me ha removido”, añade. “Shakespeare te hace ver que a menudo vemos el mal como algo ajeno, y que en realidad yo también lo llevo dentro. Por eso nos provoca esta fascinación”.
“No queremos que para el espectador que acuda al teatro la energía del personaje quede encerrada en sí mismo, sino que salpique con resonancias hacia mi aquí y mi ahora –añade Albertí–. Por eso subrayamos el momento de debate interior del personaje. No es sólo una obra hecha de manera excelsa, sino que invitamos a una reflexión sobre los mecanismos de articulación de dolor y de mal que todos llevamos a la espalda”.
Entre el elenco de 14 actores, una Julieta Serrano que se siente “muy afortunada de poder celebrar sus 60 años de carrera regresando a Barcelona. “Es un regalo encontrarme con una compañía tan armoniosa, llena de amor y tan entregada. No puedo ser más feliz
Fuente: La Vanguardia