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Probablemente Jesús Ferreiro sea una de las personas que más saben sobre el Titanic, o como mínimo la persona que con más emoción y sentimiento ha revivido las historias del malogrado barco. Su reconocida etapa al frente del emblemático programa radiofónico, Onda Pesquera, le permitió conocer a algunos de los pasajeros que sobrevivieron a tan singular tragedia. Los sobrecogedores testimonios sensibilizaron “al patrón de las ondas” hasta el punto de hacerle crear, algunos años más tarde, la primera exposición del mundo sobre el Titanic.
Durante estos casi 20 años, la muestra itinerante ha ido ampliando su patrimonio hasta albergar una infinidad de objetos del buque, como piezas originales, instrumentos de música, vestidos de gala y herramientas. Pero hay algo que destaca por encima de todo: la impresionante maqueta del barco con 12 metros de longitud, 4,5 metros de ancho y 3,9 metros de puntal. Una auténtica virguería que muestra a los visitantes de la exposición, incluso los interiores del Titanic con tres mil puntos de luz, a un nivel inédito en detalles. Para Ferreiro, responsable de la exposición, “poder observar cómo era por dentro el buque permite al visitante escenificar las diferentes historias que explicamos aquí y recrear la majestuosidad del barco”.
Con una maqueta de estas características, los visitantes del Marítim pueden entender más cómodamente la dimensión y la espectacularidad del transatlántico que, hace ya 105 años, decidió conectar Southampton con Nueva York. Junto a ella, y a través de esta vídeo-entrevista para La Vanguardia, Jesús Ferreiro recuerda algunas de las particularidades de esta embarcación, quizás algo desconocidas para el gran público. Según relata, el Titanic fue considerado el mejor hotel y el mejor restaurante del mundo, ya que alojaba suites de lujo que no se veían ni el mejor de los hoteles de la época.
El menú del barco fue elaborado por Auguste Escoffier, uno de los jefes de cocina más prestigiosos e importantes del momento. De hecho se dice que el Titanic tuvo a bordo algunos de los platos más exquisitos que probablemente se sirvieran en todo el planeta en aquellos días: ostras, salmón pochado con salsa muselina y pepinos, filete con patatas, foie, alcachofas y trufa, pato asado con salsa de manzana, solomillo de buey con patatas, pichón asado con berros… y el mejor champagne.
Ricos y pobres en un mismo barco
“El buque de los sueños” acogió abordo dos perfiles sociales muy diferenciados entre sí. Por un lado, viajaban en él algunas de las personas más ricas del mundo, mientras que en segunda y tercera clase lo hacían personas humildes que se dirigían a América en búsqueda de una nueva oportunidad. Para Ferreiro los pasajeros de tercera clase fueron en realidad los más afortunados, ya que aun siendo la categoría inferior, recibieron un trato exquisito por parte del servicio y de la tripulación del barco. Aquellos quienes tuvieron que vender todo lo que poseían para comprar un pasaje, “estaban encantados en ser servidos, en que les hicieran las habitaciones, en la comida que se les servía…”. Algo excepcional a lo que no estaban acostumbrados.
Respecto a esta clase y a la imagen que se dio en la película de James Cameron, el responsable de la exposición considera que el director quiso hacer evidente la separación de categorías con rejas para dar mayor dramatismo, “aunque no fuera cierto y estas permanecieran abiertas durante el hundimiento”.
Y si hablamos de hundimiento hay que matizar bien la palabras, porque Ferreiro es de corregir a quien comete el error de decir que el Titanic impactó contra un iceberg. “No chocó, rozó un iceberg. Pero lo hizo en el peor de los sitios posibles para un barco como aquel, en el punto donde se dobla la proa para convertirse en costado”, puntualiza. Según relata, el roce fue tan suave que ni el pasaje ni los mandos se dieron cuenta de la magnitud de la tragedia hasta que notaron entrar el agua. “El agua que entraba era nueve veces superior al que las bombas podían achicar”, añade.
El Titanic nació y murió con mucha expectación
La pasión social por el barco no se dio tras la catástrofe que le condujo hasta su final, sino que levantó pasiones incluso en el momento de su construcción. La colosal creación que suponía la embarcación asombró a la sociedad de principios del siglo XX. Jesús relata que en el momento de la botadura en Belfast, cien mil personas quisieron verlo con sus propios ojos. La expectación fue tal que el ayuntamiento de la ciudad creó una tasa para sacar partido del momento y así costear la construcción del hospital infantil de la localidad.
“En nuestro días el Titanic es un mito porque se hundió, sino de él hablaríamos como lo hacemos hoy del Olimpyc o del Britannic, dos buques parecidos al Titanic que desafiaron la ingeniería de la época y que afortunadamente llegaron a buen puerto”, explica Jesús Ferreiro.
La exposición hasta el mes de octubre en Barcelona
Titanic The Reconstruction permanecerá en el Museu Marítim de Barcelona hasta el 1 de octubre. Allí los visitantes podrán viajar en el tiempo y trasladarse al momento en que zarpó uno de los barcos más grandes del mundo. Las historias humanas permanecerán desde el principio hasta el final de la muestra, haciendo de ellas el gran valor de la exposición. Pero quien quiera ver objetos de época podrá hacerlo gracias al amplio catálogo de elementos que se albergan, como un coche de la época o joyas de algunos de los pasajeros del Titanic.
Fuente: La Vanguardia